El barco zarpa y dejamos atrás la tranquila ciudad de Puno. Capital del folclore peruano, de sus bailes satíricos, que ridiculizan conquistadores brutos y corridas de toros. Digo hasta pronto. Al ilustrativo museo de la Coca, en el que se comprende la pasional tradición de mascar a puñados las amargas hojitas verdes. A la Plaza de Armas y los barecitos de la calle Jirón Lima. A la librería de libros polvorientos de la esquina frente al hostal Bahía.
La embarcación surca el Titicaca y yo ya siento el magnetismo del lago. El viento mece el agua y ésta acaricia suavemente la totora. Los juncos andinos. El Titicaca es el mayor lago navegable del mundo. Aunque a mí este dato no me estremece tanto como las poéticas palabras del guía: “En este lago, se ha anclado la energía de la serpiente solar sobre su reflejo de plata”. Es hermosa la espiritualidad andina.
Yaiza ya ha regresado a Colombia y yo me encuentro viajando sola por primera vez. Al principio, sentía que el ombligo se me escondía en las entrañas y las retorcía con ensañamiento. Ahora me siento libre. Orgullosa de haber sido capaz y lanzarme a lo desconocido. Feliz. Hace tan solo un año me hubiera sentido sola y desconcertada. Ahora sé que todo tiene sentido. La planta, la chakana de mi tobillo, este viaje. Es todo perfecto.
Las islas flotantes de los Uros son 87 y todas ellas están construidas por lxs lugareñxs y sus antepasados con las raíces de la totora. Visitamos la pequeña isla de Wiñay. Apenas viven 5 familias en sus diminutas chabolas. Se dedican a la pesca y a la artesanía. Se han abierto al turismo como una opción más de ingresos. Por un momento me siento absurda. Contemplando aquel espectáculo de faldas al vuelo y telas de colores. Decenas de turistas intrusas en las vidas de aquella gente. Y a la vez, fascinación. ¡Qué combinación tan paradójica!
En la isla de Taquile nos reciben una muchacha y un anciano isleños con una danza típica. Cosecha y recolección hechas baile. El Titicaca es muy hermoso desde aquí. Taquile es conocida como “la isla de los hijos del sol” y es la más grande del lago. Formada naturalmente, no como las islas de los Uros. Comemos y bebemos al abrigo del sol de invierno y entraño amistad con un grupo de italianos. Chiara y sus amigos rápidamente me acogen y me entretienen con sus historias. ¡Qué necesario es conocer a gente divertida cuando otras risas ya han pasado al recuerdo! Fue estupendo conocerles 🙂
Del Titicaca al pequeño pueblo de montaña de Chivay, donde me hago con la protectora turmalina negra, vago en soledad por las calles y placitas, observo, conozco, me pierdo, disfruto de un helado de queso. Descubro que estando sola y no haciendo demasiado puedo ser muy feliz igualmente.
De Chivay al Colca, a la Cruz del Cóndor donde es posible vislumbrar el majestuoso vuelo del Cóndor de los Andes. Impresionante. ¡Cuánta paz! Y yo testigo privilegiada de tanta belleza. En compañía de conversaciones estrambóticas con personitas luminosas que voy encontrando por el camino, me dirijo a la última parada de mi viaje.
La Ciudad Blanca de Arequipa. Mi viaje sola se transforma en una agradable estancia en casa de Patri. Disfruto de su casa con las imponentes vistas a los volcanes, de su alegre compañía y la de sus compis francesas, de refrescantes zumos de papaya y tostadas de mango y tomate. Nos perdemos por las callejas, mal-comemos un menú de 5 soles, brindamos con unas chelitas y vemos horrorizadas fetos de llama en el Mercado de San Camilo.
Me adentro en el Monasterio de Santa Catalina y un laberinto de colores, frescos, cuartos, patios, vistas y misterios se abre ante mis pupilas. Nunca imaginé un lugar así. La clausura ha de ser durísima, pero al menos este sitio es hermoso y está lleno de luz. Por alguna extraña razón comienzo a entender el porqué de muchas cosas místicas que antes carecían de sentido. Empiezo a comprender el sentido de una vida retirada de tantas pasiones. Humilde. En equilibrio con el ser interior.
Arequipa acaba antes de tiempo y yo solo puedo agradecer a Patri por tanta hospitalidad, sin conocerme de nada. ¡Gracias por tanto, linda! Te deseo lo mejor por tierras arequipeñas ❤
Mi sueño peruano va llegando a su fin. Unas últimas chelas en Lima con mis chicas preciosas, macarrones y sueño ligero en casa de Fede (gracias corazón) y de nuevo estoy dentro de un avión que me arranca de la felicidad del movimiento. Ahora el reto es ser feliz en la quietud, en la rutina, en este Madrid que me espera y al que tanto me cuesta regresar.